Ayer tuve un dolor de cabeza que me duró seis horas (y porque me quedé dormida). ¿La razón? Un trozo de tarta helada de chocolate; lo triste es que ni siquiera me gustaba y aún así, acabé de comérmela.
Lo peor es que el sábado me dio una bajona increíble. Tenía el cumple de una amiga y, buscando fotos para un collage, me di cuenta de que siempre parezco la hermana pobre de la Cenicienta: pelo recogido, ropa negra o blusa negra con vaqueros. Las otras chicas, siempre de punta en blanco: con tipazos, super arregladas y divinas. Sí, sé que hay chicas gorditas que se arreglan y se cuidan, pero se ve que yo no soy de ese tipo (a las fotos me remito). Se me quitaron las ganas de ir al cumple, pero me quedé rumiando una idea: ¿en realidad no quería ir o es que todo me sienta mal? Empecé a probarme ropa: una falda no me cierra, un pantalón ni sube; lo apretado hace que parezca una salchicha embutida, lo ancho me convierte en una mesa camilla…
Me vine abajo y rompí a llorar. Mi pobre novio intentaba consolarme y me lanzaba piropos, razonaba conmigo, pero no había manera. Al final, entre mi novio y una amiga me convencieron: me puse un pantalón de vestir negro, una chaqueta negra, una blusa roja y las botas negras; me solté el pelo y me arreglé. En el cumple todas iban de punta en blanco: unas más normalitas y otras con vestidos cortos y con transparencias. Monísimas. Ya estaré yo así, pensé.
En la cena no tomé refresco, solo agua sin gas fría (1 litro de agua, para ser exacta). Comí un poco de todo (ensalada, queso provolone, parrillada: pechuga de pollo, chorizo, pecado ibérico; de postre, medio alfajor. Ah, y muchas chuches, unas 10).
Ayer desayuné yogur natural con cereales y miel, pan con AOVE, sal negra del Himalaya y serrano. Tomé un cortado. Eso fue sobre las once de la mañana. A las 16:30 comimos pizza de una conocida empresa que las lleva a domicilio; si no me equivoco, me comí tres trozos de pizza barbacoa y dos pedazos de pizza calzone. De postre, el trozo de tarta que no me gustaba. Un cortado y una infusión de cola de caballo cayeron luego. Fue tomarme la tarta y empezar el dolor de cabeza. Mi cuerpo ya no tolera tanto dulce. Fui con mi novio a dar una vuelta a ver si aflojaba la cefalea, pero nada. Vi un gimnasio a diez minutos de casa: cuesta 35 euros y abre de lunes a domingo. Ahí me voy a apuntar.
Al llegar a casa, me comí una manzana (a las 21:05) y ya no comí nada más hasta hoy, básicamente porque me sentía dolorida y mal. Anoche me acosté a las 22:30, cuando nunca, y, a pesar de despertarme mil veces en la madrugada, conseguí descansar.
Esta mañana desayuné (08:15) una tostada con guacamole y jamón cocido, más un cortado. Me pesé y la báscula marcaba 103.4: seis kilos y medio más y recupero todo lo que había perdido.
A media mañana, otro cortado. Almorcé (13:15h) puré de verduras, un trocito de pan y un trozo de queso fresco. De postre, una gelatina de fresa. Por la tarde, el tercer y último cortado y un bocata de serrano (17:15), queso fresco y tomate natural. Para cenar me tomaré un vaso de leche con cola cao y dos o tres galletas tipo María.
La novedad es que pedí cita con una famosa nutricionista de Gran Canaria y me dieron para finales de julio (se nota que tiene clientela). Lo que no me gusta es que te hace pesar los alimentos, pero es justo lo que necesito, ya que muchas veces como sano, pero demasiada cantidad. La dieta es totalmente personalizada, así que veré cómo me va.
Una chica ha perdido 27 kilos con ella, pero no de golpe, sino poco a poco. Mientras, volveré yo solita al redil.
Disculpen por la entrada tan larga. Besitos.